miércoles, 16 de mayo de 2012

La usabilidad, pieza clave para la autonomía.


Cuando terminaba el último curso de arquitectura técnica, empecé a notar los
primeros síntomas de mi enfermedad.

Después de interminables pruebas, mi médico dictó sentencia: “tienes esclerosis múltiple”.

Pensé que mi trayectoria profesional había terminado, pero con el paso de los años he comprobado que no era así.

Recuerdo que me empecé a fijar en el espacio que me rodeaba, con el fin de optimizar mis movimientos, que paulatinamente se iban degradando debido a la evolución de mi enfermedad.

Lo que inicialmente empezó como una manera de prolongar mi autonomía, posteriormente se convirtió en un conjunto de enunciados prácticos que podrían ser un complemento perfecto a la hora de proyectar mi entorno, con la ayuda de la tecnología.

Pongo algunos casos prácticos: el lavamanos era la pieza de uso sanitario que más utilizaba y por lo tanto lo debía colocar justo enfrente de la puerta de entrada del cuarto de baño, también que el inodoro debía estar situado en el lado donde no estuviera el mando de mi silla eléctrica, y así un largo etc.

Me di cuenta que en la carrera habíamos estudiado a fondo el código de accesibilidad, pero que éste no tenía en cuenta los movimientos y maniobras que debía realizar una persona con la movilidad reducida, tal y como me sucedía a mí.

Cuando empecé a darme cuenta de la importancia de este aspecto, decidí buscar un nombre a todo esto. Al descubrir que no existía, busqué un concepto que fuera intuitivo y que se aproximara a esta realidad.

Fue entonces cuando descubrí el término informático de usabilidad y lo apliqué a la arquitectura. Sin haberlo pretendido nació lo que hemos denominado en BJ-Adom la usabilidad arquitectónica, o simplemente USABILIDAD.

De esta manera un espacio podía ser accesible, pero no cumplir criterios de usabilidad, sin embargo, difícilmente podía suceder al revés.

Por fin había conseguido el complemento perfecto a la autonomía que había
conseguido, gracias al empleo de la tecnología.

Artículo escrito por: Joaquín Romero Salord

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